Los antiguos sabios nahuas decían que deambular por noche era peligroso, especialmente si se hacía cerca de los bosques, ya que uno podía escuchar sonidos de hachazos cortando madera. Esto era señal de que Yohualtepuztli, el Hacha nocturna, se encontraba cerca. Los ancianos decían que esto era un mal presagio, ya que, Tezcatlipoca, dios de la noche y de la guerra, utilizaba a Yohualtepuztli para espantar y burlarse de los humanos, sólo por diversión. Si un pobre incauto se atrevía a ir en busca del sonido, en poco tiempo se toparía con una silueta fantasmal deambulando por la noche.
Al acercarse, pronto mostraría su forma original: un cuerpo decapitado con una hendidura en el pecho, del cual salía el sonido de los hachazos. De esta forma, la pobre persona sólo tenía dos opciones: huir del lugar o enfrentarse y luchar con él. Si huía, Tezcatlipoca lo tomaría como un vil cobarde, por lo que lo atormentaría y se burlaría de él por un largo tiempo, o hasta que se aburriera. Por el contrario, si luchaba y vencía a Yohualtepuztli, Tezcatlipoca le ofrecía, a cambio de su libertad, puntas de maguey, que simbolizaban fortuna, fama y gloria en una futura guerra. Sin embargo, si la persona no podía seguir con la lucha, podía arrancarle el corazón al espectro por medio de la hendidura que tenía en el pecho y escarpar del lugar, aunque esto era una espada de doble filo: si el corazón se convertía al amanecer en espinas de maguey, obtendría fortuna, pero si se convertía en carbón, caería en la miseria. Para estos casos, Tezcatlipoca juzgaba la rectitud de las personas. Si eran de buen corazón, honestas y valientes, las recompensaban. Por otro lado, si eran malos, mentirosos y
cobardes, las castigaba.