Durante la época prehispánica, la utilización de mapas fue de suma importancia para las potencias indígenas de Mesoamérica, ya que en ellas podían no sólo administrar sus territorios, sino también planificar campañas militares, entre otras cuestiones. Lamentablemente, no se conservan ningún documento cartográfico de la época prehispánica, sin embargo, durante el periodo colonial, se elaboraron numerosas cartografías que guardaron varios rasgos antiguos.
Tras la conquista, la corona española se vio con la necesidad de administrar los nuevos territorios anexados, por lo que el gobierno virreinal tuvo que realizar mapas con el fin de reorganizar y aprovechar al máximo los recursos de las nuevas tierras. Para esto, se contó con la ayuda de tlacuilos (dibujantes y escribas de códices), quienes plasmaron en papel las características de esas tierras, utilizando, en un principio, muchas convenciones pictográficas prehispánicas. A su vez, estos documentos fueron aprovechados por los indígenas para dar veracidad a las tierras que anteriormente eran propietarios y ser reconocidos como tales ante la nueva administración gubernamental.
Entre los elementos antiguos que se encuentran en estos mapas está el altepetl, (cerro de agua en nahuatl) que durante el periodo posclásico de la época prehispánica no sólo denominaba a las ciudades y los asentamientos, sino también como una forma de conceptualizar a la sociedad. En los mapas novohispanos indígenas, el glifo del altepetl sirvió para representar a las elevaciones o cerros, sin perder su connotación mitológica, y algunas veces para nombrar a los poblados. El altepetl solía dibujarse como cerros en forma cónica, en la parte inferior se encontraba una abertura donde se simbolizaba la emanación de agua.
Por otra parte, el glifo toponímico que se usó en los códices desde la época prehispánica, se continuó dibujándose en la nueva cartografía, sólo que ahora estaría acompañado con una glosa en escritura alfabética, explicándolo a los no entendidos.
Otro recurso antiguo que se siguió utilizando fue la representación del camino, que solía trazarse mediante dos líneas paralelas, en las que se dibujaban huellas de pies descalzos, los que además, indicaban la dirección de dicho camino. Lo mismo sucedía con los ríos y otros cuerpos acuosos, que en muchos mapas, eran representados con las convenciones antiguas. Así mismo con otros objetos como piedras, casas, fauna, flora, entre otras cuestiones.
Consumada la conquista, la antigua preocupación indígena por definir los límites y conservar el territorio se unió al interés del gobierno virreinal para conocer los nuevos territorios adquiridos, lo que dio continuidad a la tradición cartográfica prehispánica mesoamericana.