La evidencia sobre la existencia de un clima guerrero a lo largo y ancho de Mesoamérica en los distintos momentos de su historia es amplia y variada: abarca desde los códices pictográficos que muestran de las propias manos indígenas los acontecimientos importantes que ocurrieron en la época prehispánica, a las descripciones de los conquistadores españoles, que informan con detalle de las prácticas militares y aun del concepto que de la guerra tenían los pueblos del Posclásico. Para el resto de las épocas y culturas la información es principalmente arqueológica.
La existencia de ciudades en lugares de difícil acceso, de elementos claramente destinados a la defensa –como murallas y fosos–, de restos de instrumentos posiblemente utilizados como armas, sumados a un rico conjunto de representaciones de temas bélicos (batallas, guerreros, celebraciones, etc.), son clara muestra de la importancia que lo militar tuvo para las sociedades mesoamericanas. Es por esto que los códices mesoamericanos, tanto prehispánicos, como coloniales fueron creados, o en una época donde el militarismo predominaba en las grandes sociedades, o en una época posterior a ésta, pero donde este sentido bélico aún estaba fresco.
Las armas y las fortificaciones ofrecen un panorama más amplio de la guerra mesoamericana; los ejemplos abundan y reflejan la participación masiva, lo cual nos permite ver su desarrollo a través del tiempo. Dicho desarrollo refleja tipos y capacidades militares y, además, circunstancias políticas más generales. Indicio claro de guerra más compleja es la aparición de armas cuyo único propósito es destruir al enemigo.
Así se puede clasificar a las armas prehispánicas en tres categorías principales: las cortantes y contundentes, las arrojadizas y las defensivas. Las cortantes y contundentes son las más abundantes en Mesoamérica, donde se puede encontrar las lanzas, mazas, hachas, cuchillos y los macuahuiltin (plural de macuahuitl).Las partes punzantes, cortantes o corto-contundentes de la mayoría de las armas eran de material pétreo; de obsidiana, silex y otras piedras se elaboraban puntas de flechas, fisga, lanzas, hojas de cuchillo, navaja para los macahuiltin y las hachas. Las armas arrojadizas abarcan básicamente a las flechas, sin embargo los instrumentos para lanzarlas incluyen al arco y al atlatl (lanzadardos), además de que existía una gran variedad de flechas.Por último, las defensivas se encuentran los cascos, armaduras y escudos, que eran fabricadas de algodón y plumas. Estas armas defensivas, a pesar de ser muy livianas, eran muy eficaces para las armas y el terreno mesoamericano, donde incluso, las huestes de Hernán Cortés las utilizaron, en vez de sus pesadas armaduras de acero.
Los pueblos mesoamericanos llegaron a tener conocimientos específicos en el uso de herramientas destinadas a la destrucción y dominación de grupos sociales. Bien adaptando instrumentos usados originalmente para cazar y pescar, bien interpretando las condiciones favorables para la defensa o bien, ideando el empleo óptimo de sus recursos tecnológicos en términos herramentales y sociales, estos pueblos llegaron a dominar lo que se conoce como el arte de la guerra.