La historia oficial de México menciona que el 13 de septiembre de de 1847, el ejército estadounidense se lanzó al asalto del Castillo de Chapultepec con 1200 soldados aproximadamente el cual se enfrentó con nada más y nada menos que con 6 cadetes del Colegio Militar, ahí la razón principal por el cual se perdió esa batalla.
La historia oficial se encargo de reducir la Batalla de Chapultepec en el sacrificio de estos jóvenes cadetes, en donde se sepultó en el total olvido a los más de 600 soldados mexicanos que murieron en esa batalla.
Con esto no pretendo quitarle su "heroicidad" a estos jóvenes guerreros, sino que es necesario recordar a los demás caídos, ya que al igual que los "niños héroes" murieron por defender su nación de una invasión extranjera, pero también es necesario desmitificar esta historia para convertir a sus protagonistas en lo que realmente son: héroes humanos y no héroes de tintes divinos y mitológicos. Por ejemplo, el mayor mito que rodea e estos "niños héroes" es la apasionante escena donde Juan Escutia-quien no era cadete- toma la bandera nacional y decide, ya estando envuelto en la enseña tricolor, arrojarse de lo más alto del Castillo de Chapultepec antes de verla ultrajada por los invasores. Pero Escutia no murió de esta manera, cayó abatido a tiros junto con Fernando Montes de Oca y Francisco Márquez, además de que la bandera mexicana fue capturada por el ejército estadounidense y devuelta a México hasta el sexenio de López Portillo.
Así que en cada 13 de septiembre cuando en la ceremonia cívica se escuche el grito: ¡ Murió por la patria! después de que se pronuncie el nombre de cada uno de estos jóvenes, habría que pensar en todos los caídos y no sólo en los "niños héroes".
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