En todas las culturas han querido controlar fuerzas y poderes que van mas allá del mundo terrenal, practicando artes arcanas que unos cuantos conocen y que van pasando de generación a generación.
Entre los pueblos nahuas de México existe la figura del nahual, una persona capaz de adoptar la forma de algún animal. Durante la época prehispánica los nahuales tenían el deber de resguardar el conocimiento y protectores de su comunidad. También tenían la habilidad de manipular el clima, según las circunstancias requeridas, así como de curanderos y el arte de la adivinación. Sin embargo, también existían nahuales con intereses oscuros que causaban daño a las personas.
En el mundo grecorromano las practicas de la magia y la hechicería no fueron muy toleradas y aceptadas dentro de la sociedad. En el mundo griego, la brujería era considerada como una práctica que niega la existencia de los dioses y manipuladora de almas. En Roma se penalizaba el uso de sortilegios y maldiciones. También se prohibía la presencia de magos en las ciudades y se ordenó la quema de libros sobre hechicería.
Los magos fueron una tribu de origen medo, además de una casta de importante de sacerdotes. Durante el reino medo, los magos aparecen vinculados a prácticas variadas que abarcan desde la realización de sacrificios hasta el consejo real a través de las artes adivinatorias. Con la introducción del zoroastrismo, los magos adoptaron dichas creencias convirtiéndose en los predicadores e intérpretes de las doctrinas de Zoroastro.
Durante la era Heian (794 – 1185) en Japón tuvieron su apogeo los Onmyōji, especialistas en magia y adivinación, quienes practicaban el Onmyōdō, una cosmología esotérica, mezcla de ciencias naturales y ocultismo con influencias del budismo y el shitoismo. Llegaron a servir en la corte imperial haciendo predicciones, elaborando calendarios o realizando prácticas mágicas para intervenir en los problemas.
En los antiguos pueblos nórdicos existieron los galdramenn quienes practicaban el Galdr un tipo de magia basado en hechizos, recitados, cantados o escritos en runas. Se les atribuía el poder de mellar las espadas, hundir barcos en alta mar, atraer tormentas y decidir la victoria o la derrota en una batalla. Los encantamientos eran compuestos en una métrica poética especial llamada galdralag. Estos pueblos nórdicos también practicaban e Seidr, que involucraba encantamientos con hechizos, con una perspectiva más chamánica que el Galdr y se enfatizaba en trances extáticos.1 Las practicantes de seidr eran predominantemente mujeres, aunque también había hombres. El seidr podía realizar adivinaciones de naturaleza más metafísica que un vidente común, así como magia manipuladora.
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