México y Japón están separados por un inmenso océano, sin embargo, éste ha sido protagonista de episodios que han marcado las relaciones entre ambos países.
En 1609, Rodrigo de Vivero y Abezurra, gobernador interino de la Capitanía General de Filipinas, estaba dispuesto a regresar a la Nueva España, hoy México, una vez terminado sus obligaciones en aquel lugar. Zarpó de Manila rumbo a Acapulco, sin embargo, una fuerte tormenta hizo naufragar su barco, el San Francisco, cerca de las costas japonesas. El galeón se perdió completamente y unos 317 sobrevivientes fueron rescatados por pescadoras de Onjuku, una pequeña aldea de no más de 300 habitantes. Estas mujeres hicieron revivir a los marineros náufragos, congelados por el frío mar, abrazándolos para transmitirles calor.
Entre los sobrevivientes, estaba Rodrigo de Vivero, los cuales fueron llevados ante el shogún Tokugawa Hidetada, posteriormente, Rodrigo de Vivero se entrevistó con el padre del shogún, Tokugawa Ieyasu, su antecesor, que a pesar de esta retirado, aún tenía mucha injerencia en el poder. Con el permiso del shogún, Rodrigo de Vivero visitó gran parte del territorio japonés, y le propuso un acuerdo en el cual se establecerían relaciones diplomáticas entre el imperio español y Japón y rutas comerciales directas con la Nueva España. A pesar de que existía interés por parte de Tokugawa, por diversos motivos, este acuerdo no se llegó a concretarse. Para poder volver a Nueva España, el shogún le prestó a Vivero un barco construido por Williams Adams, un ex marino inglés, que trabajaba como asesor del shogún. Esta embarcación, bautizada como el San Buenaventura, fue el primer barco construido en Japón en cruzar el océano Pacífico.
Tras la aventura de Rodrigo de Vivero en tierras japonesas, Date Masamune, un daimyō que gobernó la ciudad de Sendai, a principios del Siglo XV, se interesó en establecer relaciones diplomáticas con occidente, a través de Nueva España, y el imperio español. De este modo, Date Masamune organizó una misión conocida históricamente como la Misión Hasekura que fue encabezada por Tsunenaga Hasekura, un importante vasallo suyo. Hasekura tuvo a su cargo una tripulación de unas 180 personas y un galeón construido por órdenes expresas de Date Masamune y con el consentimiento de Ieyasu Tokugawa, el cual se le conoció con el nombre de San Juan Bautista. Esta embarcación zarpó de Japón en octubre de 1613 y arribó al puerto de Acapulco, en el actual México, en enero de 1614.
Una vez en suelo novohispano, la misión fue recibida con una gran ceremonia por parte de representantes del gobierno virreinal. En los siguientes meses, la Misión Hasekura recorrió varias ciudades de la Nueva España hasta llegar a la Ciudad de México, en donde se entrevistaron con el Virrey y Obispo de México. Ahí, algunos japoneses se bautizaron en la iglesia de San Francisco. Más tarde, esta empresa diplomática partió hacia Veracruz, donde posteriormente zarparían hasta España, pasando por La Habana, en la actual Cuba.
Ya en Europa, Hasekura se entrevistó con el Rey Felipe III de España y el Papa Paulo V a quienes les transmitió los mensajes y deseos de Date Masamune. Posteriormente, la Misión Hasekura regresó a la Nueva España para embarcarse después rumbo a Japón. Después de muchas dificultades, Hasekura y su tripulación regresó a su tierra natal en septiembre de 1620, dándole todos los informes a Date Masamune. Sin embargo, en el transcurso de los 7 años que duró el viaje de la misión, la política interna de Japón cambió, prohibiéndose el cristianismo y provocando un aislamiento internacional del país oriental. Por estos motivos, los propósitos de la Misión Hasekura se vieron frustrados e imposible de realizar.
A pesar de todos esos inconvenientes, los proyectos de Rodrigo de Vivero y Tsunenaga Hasekura se volverían realidad casi más dos siglos después de sus odiseas marítimas, cuando Japón, quién había reiniciado el contacto internacional, y México, ya como país independiente, firmaron un tratado comercial en términos de igualdad mutua.