Esta historia tiene su origen en el Japón antiguo, en una época donde la vida en el campo era difícil, más cuando se acercaba el invierno. Ganarse la vida era duro y recoger leña del bosque para venderla después era de las pocas opciones en la que se podía obtener lo necesario para subsistir. Precisamente éste era el trabajo de dos pobres aldeanos llamados Mosaku y Minokichi.
Mosaku era una persona de edad avanzada, su piel estaba curtida por el paso del tiempo y el arduo trabajo. Por su parte, Minokichi, quien fungía como aprendiz del anciano, era un joven fuerte y vigoroso, quien aún no había cumplido los 19 años. Todos los días ambos de adentraban el bosque que se situaba cerca de su aldea para poder cortar la leña que necesitaban. Terminada su jornada de trabajo, regresaban a su villa con toda la leña recogida, volviéndose así una rutina.
Sin embargo, en una noche de invierno,cuando Mosaku y Minokichiu se disponían a regresar después de recolectar madera, una fuerte ventisca apareció, cubriendo de nieve el camino que siempre seguían. La tormenta acrecentó y el regreso a casa de ambos hombres era imposible. Al ver la difícil situación, empezaron a deambular por el oscuro bosque en busca de ayuda o refugio, sin tener éxito. A pesar de la oscuridad de la noche y de la fuerte nevada, Minokichi pudo divisar a lo lejos una pequeña cabaña abandonada. A duras penas pudo arrastrar a su viejo maestro adentro de la cabaña, quien empezaba a desfallecer a causa del cansancio y de la hipotermia. Ya resguardados del frío, Mosaku y su joven aprendiz se dispusieron a pasar la noche, esperando el sol del nuevo día.
El cansancio los había vencido, quedándose completamente dormidos, pero su sueño no dudaría mucho. De repente una fuerte ráfaga de viento abrió de golpe la puerta de la cabaña. Minokichi despertó inmediatamente, y al ver hacia el lugar donde descansaba Mosaku, quedó impactado con lo que vio. Era una mujer quien se encontraba inclinada enfrente del pobre anciano. Su cabello era largo y negro y llevaba un kimono tan blanco como la nieve. El pobre Minokichi estaba paralizado del miedo. Sólo rezaba para que aquella mujer no fuera un espíritu o una demonio. Pero cuando ella volteó a verlo, sus miedos se habían confirmado.
La tez de la mujer era blanca y pálida como sus ropas, sus ojos eran negros como la noche y cuando abrió la boca, Minokichi observó que no tenía dientes, ni lengua, sólo un vacío total. Minokichi, resignado, sólo esperaba el momento de su muerte. Fue entonces cuando la mujer le hablo con un tono dulce y cariñoso. Le había confesado que iba a sufrir el mismo destino de su viejo maestro, pero sintió lástima por él, ya que era muy joven y apuesto, así que le perdonaba la vida. Sin embargo, si llegaba el día en que por algún motivo revelaba lo que había acontecido en ese lugar, esa misma noche lo mataría sin dudarlo. El joven, aún consternado, prometió no decir nada. Después de haber dicho la amenaza, la mujer desapareció de la cabaña y con ella la ventisca cesó.
Días más tarde, Minokichi despertó en la cama de su casa. Familiares y amigos le preguntaron sobre lo sucedido en aquella trágica noche en la que murió Mosaku, pero Minokichi, recordando su promesa y la amenaza nunca dijo nada.
Transcurrió un año y Minokichi ya había retomado su trabajo de leñador. Un día, cuando regresaba del bosque, se encontró con una bella joven de largos cabellos negros, quien se dirigía hacia la provincia vecina en busca de trabajo. Minokichi, aprovechando de que estaba anocheciendo y del hecho de que aún faltaba mucho para que ella llegara a su destino, la invitó a hospedarse en su casa, junto a su familia. La joven, muy agradecida, aceptó el ofrecimiento. Minokichi la llevó hacia su aldea, donde fue muy bien recibida por sus familiares. Ella se presentó ante ellos con el nombre de Oyuki. La intención de la joven era esperar en la aldea de Minokichi a que pasara el invierno para seguir su camino, pero las cosas dieron un giro.
Oyuki y Minokichi se enamoraron rápidamente y no pasó mucho tiempo para que ambos se casaran. De su unión nacieron tres hermosos niños, y vivieron felices por muchos años. Minokichi era la envidia de todo el pueblo. No sólo tenia como esposa a una bella mujer, sino que también era una excelente madre y esposa ejemplar. Pero había algo raro en Oyuki que llamaba la atención, parecía que no envejecía con el pasar de los años. Sin embargo Minokichi no le daba importancia, ya que él era feliz.
Un día Minokichi decidió hacerle un regalo a su esposa, ya que se acercaba el festival del pueblo. Así que empezó a confeccionar un par de sandalias con unas cintas rojas para sujetar los pies. Curiosa, Oyuki preguntó el por qué del color de las cintas, pero Minokichi sólo respondió que el rojo resaltaba el color de su piel. Ambos siguieron con sus tareas, Oyuki seguía cociendo los kimonos de sus hijos, mientras Minokichi entretejía las sandalias. Todo procedía en una hermosa tranquilidad, pero cuando volteó a ver de reojo a su esposa, Minokichi visualizó a la mujer con la quien se encontró en aquella noche fatal, donde murió su maestro Mosaku, en otras palabras, a la "mujer de la nieve". El pobre hombre se puso algo nervioso.
Su mujer le preguntó sobre su extraño comportamiento, mientras él le contestaba que al verla entre las sombras le había recordado a alguien que conoció hacer algunos años. Mientras Oyuki escuchaba atentamente sin decir ni una sola palabra, Minokichi seguía contándole con detalle acerca de aquella misteriosa mujer y lo que aconteció después. Oyuki siguió callada, mientras Minokichi, entre risas, admitió que quizás todo lo que vivió aquella noche habría sido un sueño.
Oyuki se levantó y miro fijamente a los ojos de Minokichi. Ella le confesó que era aquella mujer, la "mujer de la nieve", y como rompió su promesa tendría que matarlo. Minokichi confundido y asustado no supo que hacer. Sin embargo la mujer no lo atacó por el profundo amor que había sentido por él, así que le perdonó de nuevo la vida. Antes de irse, la mujer le advirtió que ahora él tendría que cuidar solo a sus hijos, pero si llegaban a quejarse por algo, lo mataría sin dudarlo. Después de haber dicho esas palabras Oyuki desapareció sin dejar rastro. Nunca más fue vista de nuevo ni por sus hijos, ni por su esposo, quien se quedó lamentando su gran pérdida de por vida.
Se dice que la mujer de la nieve sigue rondando los bosques en invierno en busca de un nuevo prometido, esperando que esta vez este pueda cumplir con sus promesas y guardar secretos.